Los expertos descartaron a Santos y las FARC tras el plebiscito: «El premio desoye a media Colombia»
“Lo llevaba buscando desde que juró su Presidencia en agosto de 2010”. Es lo que dicen de Juan Manuel Santos aquéllos que llevan años batallando políticamente contra el modo en que conducía sus negociaciones con las FARC. Analistas colombianos y periodistas sobre el terreno coinciden en analizar la situación en Colombia como “muy convulsa” y apuntan a que quizá la decisión de la Academia Noruega de otorgar el Nobel de la Paz al presidente Santos esté encaminada a apuntalar un proceso que se tambaleó hasta el riesgo de derrumbarse el pasado domingo con la victoria del NO en el plebiscito.
El propio embajador colombiano en España, Alberto Furmanski, se pronunció al respecto hace 10 días en una entrevista concedida a OKDIARIO: “¿El Nobel al presidente Santos?… ¡ojalá se lo den!”.
Sin embargo, el veterano periodista colombiano Eduardo Mackenzie califica de “asombroso y chocante” el premio. No en vano este mismo miércoles, Kristian Berg Harpviken, jefe del Peace Research Institute en Oslo sacaba la candidatura colombiana del grupo de favoritas. «El acuerdo de paz de Colombia está fuera de cualquier lista creíble», aseguró. Los expertos lo habían descartado porque la concesión del Nobel de la Paz «desoye a la mitad de Colombia» y toma partido en un asunto interno ya juzgado por la ciudadanía, rompiendo una norma no escrita del galardón.
Pero es que para Mackenzie “aquí hay muchos intereses ocultos” en que salga adelante el acuerdo de 297 páginas firmado solemnemente el pasado lunes 26 de septiembre en Cartagena de Indias. “Es política, la paz les importa un pito”, apostilla Mackenzie.
De hecho, desde el Centro Democrático (CD), el partido liderado por el ex presidente Álvaro Uribe y principal defensor del NO al pacto Santos-Timochenko, creen que la concesión del Nobel “es más un espaldarazo al acuerdo que a la paz”.
El texto negociado en La Habana por representantes del Gobierno y de las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) fue rechazado en plebiscito popular el domingo 2 de octubre por apenas 60.000 votos de diferencia, una decisión del país que los expertos señalan como peligrosa. “Menos mal que ganó el NO, una decisión así con una victoria del SÍ habría sido muy peligrosa”, tuiteaban muchos colombianos agarrados al hashtag #GanoElNoMenosMal.
Y es cierto, al menos si miramos las consecuencias de la victoria de quienes rechazaban los acuerdos tal como estaban redactados. La posición absolutamente enfrentada de Álvaro Uribe y Andrés Pastrana, los dos últimos ex presidentes –quienes también trataron de negociar una paz con las FARC–, con la “impunidad” que le daba el acuerdo a los “responsables de los más atroces crímenes”, el rechazo frontal a la “elegibilidad política de los asesinos y secuestradores de más de cinco décadas” y la denuncia de que “no se les exige entregar el dinero del narcotráfico”, caló hondo en más de la mitad de los votantes y envió un mensaje al presidente.
Y Santos lo ha interpretado, al menos por ahora, de manera coherente: ha llamado a sus oponentes políticos, se ha reunido con ellos y ha escuchado sus argumentos. “Tarde, seis años tarde”, apuntan las fuentes del CD, cuyos representantes salieron con la mosca detrás de la oreja el pasado martes de la cumbre con el presidente en la Casa de Nariño.
Pero la conclusión a la que llegan las fuentes consultadas es que el galardón, lejos de ayudar a apuntalar la reconducción del proceso como han deseado expresamente los colombianos en las urnas, refuerce a las dos partes premiadas –Gobierno y narcoguerrilla– para que vuelvan a desoír a la mitad del país. “Este premio alertará aún más a los colombianos. Porque Santos es impopular, y lo verán como un intento de los noruegos para imponerles un camino concreto» hacia el fin del conflicto, apunta el periodista Mackenzie.
Es cierto que Juan Manuel Santos es el presidente con menos aprobación de las últimas décadas en Colombia. Curiosamente, llevando al país hacia el fin de una situación bélica de más de medio siglo, sus apoyos no crecen más allá del 27%, mientras Uribe, que no aspira a volver a la Presidencia, no baja del 50%. “Uribe fue un gran presidente”, señala como motivo una fuente de la alta política iberoamericana, “y todos los colombianos se lo reconocen… y que no está en el poder lidiando con esto, ése es el secreto”.
¿Falta Uribe en el premio?
¿Y si la Academia de Oslo hubiera incluido al ex presidente Uribe en la terna de ganadores? Algunos analistas señalan que “esto habría abrochado más el proceso, y a los propios colombianos como sociedad”. Y es que, más allá de que el líder del CD nunca ha mostrado ningún interés en el galardón, suya fue la labor previa de debilitar hasta el extremo a las FARC durante su mandato. “Las dejó con menos de 40.000 hectáreas de cultivo de coca, a base de bombardearles y fumigarles”, recuerda a este periódico Fernando Londoño, ex ministro del Interior, víctima de los terroristas, y hoy periodista en RCN.
“Si el verdadero objetivo fuera la paz, como se llama el premio”, apuntan fuentes del CD, “tendría sentido incluir a Uribe”. Pero “eso significaría darle la mano a Timochenko”, señala Mackenzie, “y él no estaría dispuesto”.
Además de la ONU, este mismo miércoles, el Departamento de Estado de EEUU enviaba a su alto representante Bernie Aronson a La Habana para “ayudar” a retomar las negociaciones. Y es que la celebración del Nobel este jueves puede que oculte la sentencia emitida por el nuevo galardonado, Juan Manuel Santos, el pasado martes: “El alto el fuego sólo está vigente hasta el 31 de octubre”.
Esa advertencia descolocó a su compañero de viaje a Oslo, el líder narcoterrorista Timochenko, que se preguntó públicamente si eso significaba que el presidente los mandaba de nuevo al monte a guerrear. “Me pregunto cuánto habrá influido Kerry en este premio”, insiste Mackenzie, “ya le dieron la medalla a Obama en el pasado…”